A la tierna edad de doce años, Roberto apoyó la revolución sandinista en Nicaragua y luchó por la educación y las reformas sociales. Debía continuar su lucha política luchando junto a los comunistas Tupamaros en Uruguay. Treinta años después lucha por vivir su vida como mujer llamada Stephanía y se esfuerza por ser aceptada tanto por la sociedad como por su familia.